Coque Malla es un intérprete en el más amplio sentido de la palabra, no importa si el discurso lo lleva ya aprendido de casa, porque acaba convenciendo. Lo más reseñable es que lo hace con una amplitud de registros de lo más solvente, la que se cifra en dos álbumes tan ricos, diversos y exuberantes como El último hombre en la tierra (2016) y el reciente ¿Revolución? (2019), el díptico que marca su cima como solista.
Su concierto de anoche en Valencia, tras rendir tributo a Jaime Urrutia con La sangre de tu tristeza, se coronó con los tres aldabonazos de rock deslenguado y stoniano de rigor de la época de Los Ronaldos (Quiero que estemos pegados, Guárdalo y Por las noches) junto al preceptivo repunte de No puedo vivir sin ti.
No digamos ya cuando revive el hervor de Me dejó marchar apelando al espíritu de su amigo Iván Ferreiro en aquel dueto que llevó al vídeo de su alianza en directo hasta los siete millones de visualizaciones. No importa que algunos de sus préstamos o de sus hallazgos personales sean escasamente novedosos. En sus manos, cuajan. Como en su último álbum, meticulosamente producido y rebosante de arreglos, todo en Coque Malla suena ahora grande, ambicioso, sin recursos que escatimar. Pero cualquier fregado en el que se le ocurra meterse ahora mismo se salda con el crédito robustecido.